Texto: Antonia Peña y Laura Martínez Hortal
Ilustración: Olivia Domínguez Castro
Bajar el rendimiento en el trabajo por un esguince de tobillo, o por un simple dolor de estómago no está mal visto, pero cuando se trata de “dolor de regla” la cosa cambia mucho.
La mayoría de las mujeres sabemos qué es tener molestias menstruales, pero el dolor que produce la enfermedad llamada endometriosis es más que eso, es un dolor que impide la vida normal, hasta el punto de “paralizarte” durante los días de sangrado, impide tener relaciones sexuales, provoca desmayos, vómitos e incluso obliga a ingresar en el hospital cada mes, en los casos más severos.
A pesar de tener unos síntomas tan graves y repetitivos, la endometriosis en una enfermedad desconocida. La llaman la enfermedad del silencio. El estado emocional al que se ven sometidas las pacientes de endometriosis es bastante duro y poco comprendido en general. Muchas de ellas, antes de ser diagnosticadas, han recorrido ya un buen número de especialistas: ginecólogo, digestivo, psicólogo, psiquiatra… normalmente por ese orden, y la peregrinación suele durar años. Los síntomas son fáciles de confundir con otras patologías y su diagnóstico certero sólo se hace a través de cirugía (aunque ya se demostró que someter a todas las mujeres a laparoscopia no disminuía los casos).
Entendamos primero de qué estamos hablando: la endometriosis consiste en la aparición y crecimiento de tejido endometrial fuera del útero. No existe cura para la endometriosis, aunque existen diferentes tratamientos que incluyen analgésicos para el dolor, tratamiento hormonal y cirugía (sin garantía de que no vuelva a aparecer).
Hace un par de años, una amiga tomó la decisión de no intervenirse por segunda vez. La primera intervención fue un éxito, rápida y con un post operatorio indoloro (gracias, según ella, a la homeopatía y al cambio en su alimentación). Los “quistes de chocolate” que se habían formado en sus ovarios habían desaparecido y su vida volvía a ser “normal”. Pero en la revisión de los dos años le detectaron nuevas siembras de células fuera de su endometrio y le recomendaron una nueva operación.
Para entonces, mi amiga ya se había informado lo suficiente como para aventurarse a probar vías alternativas a la medicina alopática. Se puso en contacto con una asociación llamada LA DULCE REVOLUCIÓN y comenzó a tomar los remedios que le recomendaron para reducir poco a poco el nuevo brote de endometriosis, y en unos meses, en su siguiente revisión, los médicos no podían creer que hubiera desaparecido por completo.
Así que el artículo queda en este punto. No podemos recomendar ningún tratamiento puesto que no somos especialistas, pero sí nos sentimos en la obligación de compartir esta semilla de esperanza para todas las mujeres que se sienten desahuciadas ante esta enfermedad. Si para mi amiga fue posible, puede ser para otras. Imagino que cada una debe encontrar su vía de curación.
Este Artículo se publicó en el número 4 de Ganso Salvajes Magazine.
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