Por: MariaJo López Villalta (Morocha)
Periodista especializada en Música y colaboradora de Gansos Salvajes Magazine
Mujer fronteriza de pies a cabeza, con el corazón repartido entre los Estados Unidos y la bella Oaxaca. Hija de la cantante mixteca Anita Sánchez y Allen Downs, un profesor de arte escocés-americano y director de cine, Lila Downs ha sido capaz de llevar la tradición mexicana a la categoría de la world music más contemporánea. Con sólo ocho años ya cantaba rancheras, aquellas que oía a su madre mientras arreglaba la casa y que, sin quererlo, ya empezaban a alimentar la inspiración que siempre ha acompañado a la artista.
Crecida entre Oaxaca, California, y Minnesota, donde estudió Antropología Social y Canto, Downs ve la música a través de las culturas más antiguas de su México natal y de su fuerte simbología.
Artista feroz e imparable, su curiosidad e inquietud la han llevado a posicionarse como una cantante, intérprete, compositora y también productora discográfica rompedora pero respetuosa como nadie con sus orígenes. Se ha subido a los más importantes escenarios del mundo, que ha atravesado en numerosas ocasiones llevando su sello intransferible de fusión única y siempre sorprendente. Es capaz de casar cualquier ritmo tradicional mexicano con el blues, el jazz, el soul, e incluso atreviéndose con la cumbiarock y el rap más elegante. Políglota de ritmos y de lenguas, las de las culturas mixteca, zapoteca, maya y náhuatl, que salpican sus cantos en español y en inglés. Clasificar su música como mexicana sería demasiado simplista. Lila Downs invita a un viaje musical constante con el epicentro en México pero también en cualquier punto del globo. Un viaje en el que la acompaña su tremenda banda multicultural “La Misteriosa” y en la que nunca falta Paul Cohen, su inseparable colaborador, productor y compañero de vida.
CANTINERA, CURANDERA, PECADORA…
Aunque su carrera como solista se inició en 1994, no fue hasta su sexto álbum, el excelente “La Línea (Border)” publicado en 2004, cuando la mexicana tuvo el gran reconocimiento a este lado del charco. Después llegó “Una Sangre” y en 2006 “La Cantina”, que la catapultó a la fama mundial, especialmente por el tema que ya se ha convertido en su tarjeta de presentación en todos sus directos: ”La cumbia del mole”. Fue precisamente en este trabajo donde Lila rinde homenaje a la mujer que más le ha marcado en su vida, su madre. Una mujer de pura raza mixteca de la que Downs recibió buenos consejos para cantar canciones de triunfos y derrotas amorosas con puro sentimiento y alma.
Y si “La Cantina” fue un derroche de rancheras canallas en las que los males de amor se curan con un buen mezcal oaxaqueño interpretadas con una madurez y modernidad que sólo sabe la artista mixteca, en su posterior disco “Ojo de culebra” se marca un claro tributo a las tradicionales curanderas. De él dijo en una ocasión: «Es un disco dedicado a los chamanes, a las curanderas tradicionales, que curan enfermedades con algún tecito de hierbas, y como mujer creo que es muy sano recurrir a la naturaleza”.
Devota de otra gran artista mexicana, Frida Kahlo, en 2007 Lila Downs sufrió como ella un gran golpe al recibir de los médicos la amarga noticia de que no podía tener hijos. Sumida en una profunda tristeza llegó a confesar en una entrevista en el diario El País: «Me sentí vacía, destrozada, sin saber por qué había venido al mundo». Sin embargo, una vez más, su madre fue un pilar indiscutible, junto a la ayuda de una curandera y de su marido Paul Cohen, con quien decidió adoptar a un niño a quien llamó Benito Dxuladi (maíz tierno en zapoteco). Repuesta y llena de ilusión y fuerza, en el 2011 lanza “Pecados y Milagros” como un brindis a su hijo y un tributo a las tradicionales pinturas votivas de su México natal. Canciones potentes que surgen de la motivación para buscar elementos y símbolos que dan fuerza, los mismos que sacaron de un túnel oscuro a la diosa mixteca y que le valieron un mejor álbum folclórico en los Grammy Latinos.
Seguida por un público ferviente y ecléctico de los cuatro continentes, a Lila Downs no se le han subido a la cabeza los muchos premios y reconocimientos que ha ido acumulando en su carrera, muy al contrario, no pierde nunca de vista lo más simple pero indispensable de la vida: “Una debe estar siempre muy agradecida por las bendiciones que recibe del cielo. Tener una familia y estar saludable es lo más importante. Nunca he querido perder el contacto con todas aquellas cosas que le han dado sentido a mi vida”
EXPLOSIÓN DE COLOR
Hay artistas a los que vale la pena ver en vivo, porque la magia y la energía que transmiten son dignas de ser disfrutadas así, en directo. Este es el caso de Lil Downs, cuya potencia vocal viene multiplicada por su estética y puesta en escena. Porque la notoriedad de la mixteca también se encuentra en su sentido estético y en su personalísima forma de vestir. Trajes regionales de
México “tuneados” con un sello moderno y alternativo muy propio. Evocando el look Frida Kahlo, sus vistosos corpiños, chales bordados y faldas floreadas están impregnadas de sabor indígena y oaxaqueño. Trenzas, coronas de flores, listones coloridos que destacan en el negro intenso de su cabello… Sin olvidar sus extremadas botas camperas, sus numerosos brazaletes, largos collares de vivos colores, grandes anillos y pendientes emplumados. Todo forma parte del sello inequívoco de esta embajadora de la música mexicana que con su presencia sobre el escenario cantando y bailando sin cesar, irradia pura mexicanidad por todos sus poros.
MILITANCAIA INDÍGENA
La reivindicación indígena de Lila Downs se hace y apatente en las propias lenguas que combina con el español y el inglés a la hora de interpretar sus canciones: mixteco, zapoteco, maya, purépecha y náhuatl. Ese es su modo personal de estar cerca de sus orígenes y de mostrar al mundo un México pluricultural plagado de tradiciones de sus pueblos indígenas.
Pero si hay algo que la mueve de forma especial, es el tema de la mujeres indígenas, de las que nunca se olvida, y a las que incluso les rindió buena parte de su trabajo “Pecados y Milagros”, haciendo un tributo a las mujeres que muelen el maíz: esas indígenas que se pueden ver en los mercados mexicanos y a las que no siempre se les reconoce su dura labor, que se inicia a las cuatro de la mañana con la preparación de las famosas tortillas que después venden durante el día.
Un homenaje con el que a su vez Downs defendía el maíz nativo ante las producciones descomunales de las multinacionales en los Estados Unidos. Productos y música autóctona son dos de las defensas a ultranza de la mexicana, que además de interpretar la música regional de Oaxaca, participa de manera activa en beneficio del Fondo de Becas Guadalupe Musalem, que apoya a mujeres indígenas con escasos recursos para que continúen con sus estudios.
Junto a las temáticas indigenistas nunca faltan en sus trabajos y en sus actuaciones un grito para los más desfavorecidos y las alusiones a la justica social. En su álbum “Ojo de culebra”, que compartió con La Mari de Chambao, Lila Downs habla de un aspecto del que siempre se ha mostrado muy sensibilizada: el de la emigración, el de aquellos que han de dejar su tierra para alcanzar un futuro mejor. También en este disco, el corte “Minimun Wage” hace referencia a los trabajadores latinoamericanos que se lanzan a la arriesgada hazaña de cruzar la frontera a los EEUU, sin olvidar el precioso “Tierra de Luz”, que cantó junto a la gran Mercedes Sosa y en el que se expresa la nostalgia del que ha tenido que partir lejos de su tierra.
PASIÓN POR CHAVELA
La prensa siempre ha tendido a compararla con aquellas mujeres por las que Lila Downs nunca ha disimulado su devoción. Se han referido a ella como la Frida Kahlo de la música, pero sobre todo como la heredera de Chavela Vargas, a quien siempre ha venerado y cuyo espíritu ha llegado a evocar tras su desaparición en algunos de sus directos: «Sé que estás aquí con nosotros pero no te podemos ver Chavela, mil gracias por tu música. Esta canción es para ti».
Chavela entró en la vida de Lila durante el rodaje de la película Frida (2002), aunque en realidad la conoció posteriormente coincidiendo en una gira por España.
Desde ese encuentro, la dama del poncho rojo se enamoró literalmente de la oaxaqueña y siempre se preocupó por ella. “La sentí como una madre, era muy divertida, muy tierna y muy cercana –ha señalado Lila-“.
Muchos la sitúan como la futura Chavela Vargas, algo que halaga a la mexicana pero que no duda en desmentir: “Nunca habrá otra Chavela. Es un personaje muy importante de nuestra historia”. Sin embargo la huella de la ranchera sigue patente en sus directos, en los que es fácil oírla cantar uno de los temas más conmovedores del repertorio clásico mexicano, ese maravilloso son oaxaqueño que con tanta jondura encarnaba Chavela, La Llorona.
TRES MUJERES BUSCANDO SUS RAÍCES
Su más reciente disco, “Raíz”, lo comparte con otras dos mujeres que, al igual que ella, se sienten orgullosas de sus raíces y de su folclore: Niña Pastori y Soledad Pastorutti. Ritmos tradicionales mexicanos, flamenco y folclore argentino. Una puzzle explosivo de orígenes, estilos y géneros que ha sido posible gracias a estas tres grandes voces, pero sobre todo a su curiosidad y sus ganas de aprender la una de la otra. Un disco cien por cien femenino que ha conseguido el Grammy Latino al mejor álbum el pasado año y que promete recibir otros muchos galardones.
Con el buen sabor de boca de esta experiencia multicultural en la que Lila Downs se ha acercado a los fraseos flamencos y al ritmo de las chacareras argentinas, ahora lanza un nuevo disco que muy pronto se publicará en nuestro país. Como es habitual en su discografía, el álbum cuenta con un sugerente título, “Balas y Chocolate” y en él, al parecer, la mexicana se aleja de los sonidos más tradicionales y da un paso más hacia el funk, el jazz y otros sonidos contemporáneos.
Y mientras esperamos ansiosas el nuevo trabajo de Lila, seguiremos cantando aquello de “Borrachita de tequila llevo siempre el alma mía / para ver si se me cura de esta cruel melancolía», emborrachándonos de su voz y de su energía inacabable.
Este artículo se publicó en el número 4 de Gansos Salvajes Magazine. Si te gusta nuestro estilo y no quieres perder el contacto con nosotras déjanos tu email aquí.
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