Las mujeres en occidente hemos luchado por conseguir que se nos escuche, por procurar que nuestra voz sea considerada, por alcanzar puestos de poder, por tener derechos, por poder ser partícipes de las grandes decisiones.
Aún hoy, todos estos esfuerzos son necesarios. Aún hoy, son muchas las mujeres oprimidas, son muchos los lugares en nuestra sociedad donde la voz de las mujeres no tiene valor. Aún hoy, en occidente, las mujeres tenemos que hacernos respetar. Tanto en las calles como en las casas, a veces tenemos que pedir con ímpetu o decir no con firmeza.
Pero vivir durante mucho tiempo sólo en la lucha nos va endureciendo. Para cuadrarnos y no permitir ciertos abusos, hemos tenido que tensar nuestros músculos y dejar fluir las hormonas del estrés por nuestro torrente sanguíneo.
Es verdad que en muchos ambientes necesitamos esta pose activa y la necesidad de hacernos respetar, pero en otros muchos estamos seguras. Lo que ocurre es que no sabemos soltar la pose de mujer fuerte. Es muy necesario, para vivir más plenamente, suavizarnos y despertar una actitud receptiva y femenina.
Cuando estamos en estado de estrés nos resulta imposible tener perspectiva de la realidad, o tomar buenas decisiones a largo plazo.
Nuestro sistema nervioso tiene dos mecanismos que no pueden funcionar a la vez, y que están diseñados para nuestra supervivencia: el sistema nervioso simpático y el parasimpático. Cuando uno funciona el otro se apaga, y cada uno tiene unas competencias:
El sistema nervioso simpático se conecta cuando estamos ante un peligro y nos permite dos opciones de actuación: ataque y huida. Nuestro cerebro genera adrenalina, entre otras hormonas. Los músculos reciben más riego sanguíneo y todas nuestras funciones fisiológicas se paralizan. Nuestra atención está dirigida a la supervivencia inmediata, nos centramos en el entorno (hacia dónde voy), el tiempo (cuánto voy a tardar), y el cuidado de nuestro cuerpo. Nuestra atención está dirigida totalmente hacia el exterior. Las hormonas del estrés, en flujo continuado, crean emociones como: enfado, falta de energía, tristeza, depresión, obsesión por el cuerpo y egoísmo. Si estoy corriendo delante de un depredador, el cerebro no va a dedicar energía a la sexualidad, a las necesidades de evacuación, o a despertar nuestro apetito. Como la menstruación forma parte de nuestros procesos fisiológicos, el cerebro puede cortar su desarrollo, priorizando la supervivencia.
El mayor problema que se nos presenta es que el cerebro humano no distingue entre lo que imagina, lo que siente y lo que vive de verdad. Así que, una película de terror, de guerra, o una noticia trágica, producen la misma avalancha en nuestro torrente sanguíneo que si estuviéramos viviéndolo de verdad. Imaginarnos el peor escenario posible, o producir un discurso negativo hacia nosotras y nuestras posibilidades, nos mantiene presas de nuestro sistema simpático. Otro de los problemas es que las sustancias químicas que generamos son tan potentes, y nos ponen tanto las pilas, que las confundimos con la verdadera vida. Esto nos convierte, en muchos casos, en adictos a estas sustancias. Además, nuestro subconsciente va buscando la forma de provocar situaciones que generen nuevamente el cóctel químico del estrés, para volver a sentir algo parecido a estar vivo. El sistema nervioso simpático moviliza mucha energía y está diseñado para estar poco tiempo activado, ya que nuestro organismo se desequilibra.
El sistema nervioso parasimpático permite el equilibrio homeostático. El lóbulo frontal es la parte del cerebro que orquesta este modo de función. Vemos posibilidades, posibles soluciones, estamos creativas, no intentamos predecir el futuro basándonos en el pasado. Somos presente, nos olvidamos de nosotras mismas, perdemos la conciencia del entorno, del cuerpo, del tiempo y de los problemas. Nos volvemos pura conciencia. Pasamos de un estado egoísta a otro altruista, experimentamos el mundo enraizadas en nosotras, sin perder nuestra percepción interior. Podemos sentir agradecimiento, compasión, generosidad, empatía, solidaridad, alegría, y somos comunicativas. Lo saludable es permanecer en el sistema parasimpático la mayor parte del tiempo (puesto que nuestra vida no peligra de manera real en la mayoría de las ocasiones) y movernos de forma puntual y armónica hacia el simpático. Esto nos mantiene en un estado de equilibrio hormonal.
Es necesario movernos desde el estrés hacia la confianza. Nuestro cuerpo no está preparado para sostener en el tiempo los sistemas de alerta, que están diseñados para que sean una respuesta momentánea a un problema concreto. Suavizarnos, relajarnos, disfrutar del cuerpo y los placeres de la vida es, cada vez más, el reto de las mujeres del siglo XXI.
EJERCICIOS PARA MOVERNOS DEL MIEDO Y EL ESTRÉS A LA CONFIANZA EN LA VIDA.
- Vía mental: Cambia tu discurso interior por afirmaciones como: “Sé que puedo”, “Confío en mi capacidad de responder ante cualquier situación”, “Tengo talento y potencial”, “Estoy segura y a salvo”.
- Vía física: Respirar abriendo la parte posterior de la garganta y moviendo el diafragma (por él transcurre el nervio vago, responsable de cambiar la química hormonal) tiene un efecto sorprendente. Tomar magnesio.
- Vía emocional: Genera dentro de tu corazón la emoción de agradecimiento. Siéntete agradecida por todo, por lo más mínimo. Es más efectivo antes de dormir y al despertar.
- Vía de la conciencia: Pasa tiempo a solas, en silencio, medita y haz relajaciones.
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POR Laura Martínez Hortal (publicado en la Agenda de la mujer)
FUENTES:
Dr. MARIO ALONSO PUIG. Reinventarse. Ed. Plataforma
Dr. JOE DISPENZA. Deja de ser tú. Ed. Urano
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