Texto: Ana Aguilera
Ilustración: Rocío Araya

Imaginaos una historia que nos haga viajar en el tiempo, conocer otras culturas, sumergirnos en poderosos mitos. Imaginaos una música capaz de llevarnos a diferentes estados de conciencia, que nos haga salir del ego y de la mente. Es una historia tan antigua como nueva, porque aún está viva. Una historia llena de simbolismos, de movimientos, de sacudidas y de liberación. La historia de un mal llamado tarantismo y su curación a través de la música y la danza.

“Hay que vestirse de blanco, con algún acento rojo. Es una danza increíble. Se hace en grupo pero también es individual. Es extraño pero muy profundo, difícil de explicar. Sientes una gran unión con todo pero sobretodo contigo misma. Y todo lo que está en tí está bien. Cada parte encuentra su sitio y tiene su danza. A través del baile sientes un fluir que lo pone todo en movimiento, como las creencias y los patrones que nos limitan…Me siento de camino hacia algo nuevo y mejor…Pero, bueno, la verdad es que tienes que probarlo”. Algo así me contó una amiga por teléfono y la curiosidad es como la araña, que si te encuentra te pica. Por lo menos a mí.

Así es que allí estaba yo, unos meses más tarde, en una gran sala mientras afuera llovía a mares y dentro, sentados en círculo, un grupo de personas, en su mayoría mujeres, nos mirábamos sonrientes y expectantes rodeando un hermoso centro de velas, piedras y otros símbolos. La experiencia que siguió fue fantástica, algo así como un sueño. Pero de esos sueños potentes que te dejan un vívido recuerdo y que permanecen en ti como el movimiento de ondas de una piedra al caer al agua.

Una historia tan antigua como el tiempo

No creo que haga falta conocer toda la historia para disfrutar de la danza. Pero a mí me parece fascinante. Todo comienza con la mítica araña (la tarántula), un animal lleno de poderoso simbolismo, y su picadura. Es una historia que viene resonando desde el medievo. Imaginate que estás trabajando en el campo, en medio de un verano abrasador, el cuerpo y la cabeza embotados y el alma en otro sitio. De entre las hojas de tabaco surge una tarántula que se cuela por la ropa. Lo siguiente es una punzada de dolor que recorre el cuerpo y un estado de envenenamiento físico y espiritual. Ya eres una “ tarantata ” . Tu único remedio está en la música y la danza.

El Tarantismo

La tradición del Tarantismo (todo el ritual en torno a la curación musical de esta picadura), era según Francesco Cristiano, músico e investigador del fenómeno y por casualidad vecino mío, “una religión menor, difundida sobre todo entre los campesinos, que estaba caracterizada por el simbolismo de una araña que muerde y envenena y por la música, la danza y los colores que se liberan de esa mordida”. Y no es casual que quienes resultaran mordidas por la araña fueran mayormente mujeres campesinas que entraban en una especie de depresión incurable que sólo la música de la “pizzica” parecía capaz de aliviar. Por supuesto, las duras condiciones de vida de estas mujeres que trabajaban en los campos a pleno sol, eran explotadas y sufrían una gran represión sexual añadían veneno al asunto. Los males de amores también jugaban un papel importante, llamándole también a la picadura “la mordida del amor”. Tampoco es casualidad que esto ocurriera en verano, tiempo de vacío en los trabajos y de resurgir de todos los conflictos sin resolver.

La música curativa de la pizzica pertenece a las danzas típicas del sur de Italia, conocidas como Tarantella. Son bailes muy antiguos, que llegaron desde Grecia, danzas rápidas con ritmos in-crescendo que se bailan cada vez más rápido al ritmo de castañuelas y panderetas y que se usaban como medio de veneración del dios Dionisos. El pueblo celebraba grandes fiestas en su honor, las famosas Bacanales, en un estado de euforia animados por el vino y las danzas. Estas fiestas se perdieron, pero la pizzica permaneció para convertirse en la cura de la picadura de la tarántula.

Como hemos dicho, la cura no precisaba de médicos sino de músicos, y en este caso era lo mismo. El ritual de sanación podía durar días y se dice que para que surtiera efecto por lo menos 24 horas. La “tarantata” se vestía de blanco y los músicos venían dispuestos a tocar sus panderetas tradicionales o violines al ritmo frenético de la pizzica todo el tiempo que fuera necesario. La danza consistía en la repetición constante de un ciclo coreográfico. La tarantata se tumbaba primero en el suelo y se arrastraba por él imitando los movimientos de una araña. En una segunda fase, se levantaba del suelo bailando cada vez más desenvuelta e imitando el comportamiento de matar a la araña con el pie. Bailando hasta caer exhausta, entraba en un trance que era terapéutico y acababa sintiendo una liberación de sus males y recuperando su salud. Para asimilar esto a la cultura vigente, la Iglesia convirtió a Dionisos en un santo: San Paulo, a quien se atribuía la curación de las “tarantate”. En Italia esta tradición siguió viva hasta los años 50.

Tarantella1
Ilustración: Rocío Araya

La picadura

En realidad, esta enfermedad del tarantismo, significaba realmente una oportunidad para sanar. Porque en cuanto a si las personas habían sido realmente mordidas por la araña o venían a liberarse y curarse de otras “mordidas” de la vida, hay distintas versiones.

Según Ernesto de Martino, importante antropólogo italiano autor de La Tierra del Remordimiento, sólo algunas personas habían sido realmente mordidas por la araña, pero el tarantismo servía a muchas personas con enfermedades psíquicas o mentales (o incluso mal de amores, rabia, resentimiento o dolor inaceptable para la sociedad) para sentirse aceptados, desinhibirse, bailar y entrar en ese juego cultural sintiendo que su mal tenía una cura. También dice De Martino, y esto es aplicable a las terapias modernas, que la picadura de la tarántula era “el símbolo del pasado malo en el que la vida psíquica había quedado bloqueada”.

Por otra parte está la mordida real de la araña que defiende por ejemplo, Roberto de Simone, gran experto de la música popular del sur de Italia, que afirma que estas personas por supuesto no volvían a repetir los síntomas cada año, como sí lo hacían los otros “tarantatos”, que solían volver a sus males coincidiendo con el verano. Siendo una mordida real, podía ocurrirles también a personas de otras culturas, viajeros o incrédulos. Como un obispo del norte que veía todo el asunto como una sinrazón y un escándalo y llegó a dejarse morder por la tarántula para demostrarlo en su cuerpo. Pero dicen que la cosa llegó a tal punto que él mismo pidió a los músicos para que lo curaran. También se habla de casos de familias que no creían en estas ceremonias y cuyos atarantados murieron por no tratarse con la música.

La Fiesta de la Tarántula

En un interesantísimo artículo que he encontrado sobre la fiesta de la Tarántula en España (también se celebró aquí este rito hasta los años 40) escrito por María Tausiet, se habla de cómo estos rituales se repetían cada verano. Siempre había algún picado en la estación, dando esto a pensar que si la araña no picaba realmente, alguien se ofrecía en su caso a representar este papel que sanaba no solamente al afectado sino a todos los presentes. También trata con gran acierto del papel que la solidaridad de los vecinos, que acudían en masa, su compasión y su condolencia, jugaban en la curación.

Son ceremonias para nosotros extrañas, mezcla de congoja y gozo, ¿imagináis organizar una fiesta en torno a alguien que sufre?. Estamos más acostumbrados a vivir nuestros males en soledad. Pero al vivir estas experiencias, contemplarlas, o tan sólo oír de su existencia, podemos recordar algo que sigue resonando en nuestro interior.

El nuevo tarantismo

Como todo, las viejas tradiciones se van transformando con el tiempo, y si en algunos momentos parecen morir, realmente sólo se ocultan durante un periodo para volver de nuevo, si es que la necesidad se mantiene. Así le ha ocurrido a este fenómeno que sigue vivo en distintas manifestaciones y se ha convertido en el Neotarantismo y otras formas de danzas terapeúticas que se pueden danzar hoy día tanto en Italia como en Bélgica o Nueva York.

A finales de los 90, las músicas y danzas populares del tacón de la bota italiana, como la Tarantela, que al igual que la araña, toman su nombre de la ciudad de Taranto, ya no existían para los jóvenes. Y sin embargo volvieron a resurgir con grupos como “Taranta Power” cuyo éxito volvió a poner de relieve el poder de fascinación de esta música de gran fuerza intrínseca y que produce grandes catarsis. Asímismo, la celebración de “La Notte de la Taranta” (la noche de la Tarántula). Un megafestival musical dedicado a la pizzica y otras músicas procedentes de todo el mundo que se celebra en el minúsculo pueblo de Melpignano, hizo resurgir la pasión por estas músicas y es año tras año un éxito multitudinario al que acuden personas de diversas generaciones y raíces musicales.

Música medicina

Los antiguos chamanes sabían que la música tiene un poder sobre los seres que la medicina no puede alcanzar; el poder de mover cosas dentro de nosotros y de armonizarnos. En nuestra sociedad a menudo consideramos la danza como disfrute, como belleza para los sentidos, pero nos privamos de la parte sanadora que contiene. Sin embargo, cada vez son más las personas que descubren lo que siempre habían sabido: que dentro de cada cual, y al ponerlo todo en movimiento, está la luz capaz de transformarnos. Y la danza de la araña es una de las que nos pueden ayudar a desenredarnos de la red.

Alessandra Belloni, tejedora del ritmo y chamana de nuestro tiempo

Alessandra Belloni es una mujer poderosa. Descrita por Los Angeles Times como «una fuerza de la naturaleza», ella siempre se ha considerado una artista, porque lo es. Es actriz, bailarina, cantante y una gran percusionista, actividades que desarrolla en su grupo “I Giullari di Piazza», una compañía de música italiana, teatro y danza en Nueva York, ciudad en la que reside. Es la única mujer en los Estados Unidos y e incluso en Italia, especializada en danzas populares del sur de Italia y en percusión combinada con canto. Esto, evidentemente, no se consigue de un día para el otro. Hasta 17 años estuvo Alessandra volviendo al sur para aprender de los viejos músicos de Puglia, quienes al principio, a pesar de ser ella italiana, la veían como una curiosa extranjera, pero cuyo respeto se fue ganando gracias a su trabajo duro, su constancia y su talento. Pero además de artista, tiene otros dones que con el tiempo ha aprendido a aceptar y a integrar en su vida, aunque no sea fácil. Alessandra es también una sanadora a través de las danzas, y una chamana de nuestro tiempo convencida de que “el ritmo es la cura”.

Nos preguntamos cómo puede una danza transformar una vida.

Lo he visto más veces, pero en mi caso ocurrió que en 1986 enfermé de cáncer de cérvix y en un momento en que me encontraba entre dos mundos tuve una visión de la Black Madonna (la Virgen Negra) y ella me dijo que tenía que usar mi don para sanar a otra gente. Ya recuperada, comencé a hacerlo. Volví a caer enferma y en un momento que estaba sangrando pero tenía que actuar, decidí salir y entregarme a la danza y dejé de sangrar y sané para siempre. No he vuelto a estar enferma y esta experiencia me abrió a una nueva y maravillosa forma de usar la percusión, el canto y la danza. Hasta entonces, aún consciente de su fuerza, sólo lo usaba como expresión artística.

¿Cómo trabajas en la actualidad con este ritual?

Sigo actuando con mi compañía en los escenarios, pero también realizo talleres como “El ritmo es la cura”. Esto es algo totalmente diferente, se trata de crear un espacio seguro y que la buena energía fluya, recrear el ritual como era antes, con la sábana blanca como espacio sagrado al centro y los lazos rojos que portan los asistentes para enviar su apoyo y su energía a la persona que está en el centro, también vestida de blanco, exponiéndose a la sanación. Cada cual ha de ponerle una intención a su ritual, pasar por el centro y también enviar energía a los otros. Se vive a distintos niveles pero algunas personas llegan a un éxtasis o un trance en el que ven y se liberan.

¿Han de repetirse los rituales en grupo o nos sirve también bailar la danza de la araña en soledad?

Tradicionalmente se hacía de forma individual, es decir el ritual era para una persona sólo. Como yo lo hago es trabajando con la energía del grupo. Yo he aprendido en el sur de Italia con la gente mayor y utilizo mis raíces y este conocimiento que me ha costado un gran tiempo y esfuerzo, pero lo adapto a nuestro presente y creo que hoy funciona muy bien con la energía grupal. Otra cosa es cuando trabajo por ejemplo con un caso muy fuerte de abuso, de fuerte depresión, entonces está bien hacerlo individual, pero cuando lo que queremos es una sanación más general, un crecimiento, un conocernos mejor, liberarnos de patrones…entonces el grupo es fantástico.

Incluso asistiendo a un espectáculo sobre estas danzas se puede vivir una experiencia que nos transforme, un recibir sin ser consciente. Mucha gente se siente afectada y vienen después a preguntarme para hacer un taller.

¿Qué podemos hacer para no caer de nuevo en la red de la araña o para no empezar nosotras mismas a tejerla?

Buena pregunta (ríe). Pues lo importante es que cuando conseguimos a través de la danza dar un verdadero paso hacia adelante nos agarremos a ese sentimiento y a esa visión clara y a lo que significa para cada cual. Se trata de avanzar, aceptar el pasado y saber que no necesitamos volver allí, dejar ir de una vez lo que nos impide vivir libremente.

Dicen que “ si has sido tarantata una vez, eres tarantata para siempre ” …

Yo creo que no. No tienes que quedarte ahí. Por ejemplo, no tienes porqué permanecer en una depresión. Si es cierto que te queda una conexión, una conciencia de algo profundo, pero si entendemos podemos seguir hacia adelante en la vida, contando también con esa parte. La diferencia está en no quedarse en el papel de víctima porque así no se puede avanzar ni mejorar. Quienes acuden a los talleres suelen ser mujeres porque así ha sido la historia de nuestra sociedad de represión sexual y opresión. Pero los hombres también lo necesitan, mucho más de lo que piensan. Aprender a soltarse.

¿Era tu intención convertirte en una sanadora o chamana?

Para nada. Yo me veía como una artista. Tenía miedo y negaba mis propios dones. Desde pequeña he tenido el don de la clarividencia, pero no es sencillo porque a veces ves cosas buenas y a veces cosas que no quieres ver. Después he podido sanar a personas y ha sido una experiencia maravillosa, como poder ayudar a una joven suiza que había sido abusada por su padre y que vino ocho años seguidos a mis talleres en la Toscana y finalmente se curó de su depresión y su manía suicida y hoy lleva una vida normal.

Chamana es una gran palabra y cuesta aceptarla cuando eres joven, pero ya no lo puedo negar. En la práctica es diferente para cada cual. Mi trabajo es el de la liberación del dolor de las mujeres y su empoderamiento y descubrimiento del gozo a través de la danza. Cada día realizo mi propia meditación para protegerme, voy al río Hudson y a las Iglesias de la Black Madonna para recibir más guía. Reparto mi vida entre el arte y la sanación y es todo uno para mí.

¿Por qué crees que necesitamos el trance, el conectar con otras realidades?

Bueno, no todo el mundo está listo. A muchos les parece aterrador. Se trata de dejar atrás el ego, la mente, para recibir el mundo espiritual y transformarse y sanar. Realmente ayuda dejar todo eso de lado para ver claramente. Es muy importante en nuestros días porque nos dan medicinas y no nos sirven. No son la respuesta.

¿Qué puedes contarnos sobre tu último espectáculo Voices of the Tarantate?

Ha sido muy poderoso. Por primera vez he puesto en escena historias reales de abuso y violación. Ha sido un desafío porque la gente no está tan preparada para oír todo eso. Mucha gente lloraba en la sala. Ha sido muy intenso.

Alessandra ha protagonizado diversos documentales y actualmente está escribiendo un libro y una película para compartir sus experiencias. Afirma que entender que lo que hace es bueno no es fácil para todo el mundo. Pero a ella no le cabe ninguna duda.

El ritmo es la cura.

LOS MITOS VIVOS

En el trabajo terapeútico con la tarantela, como se realiza hoy en día, tienen un importante papel los mitos. David Jelinek, psicoterapeuta y facilitador de procesos a través de los movimientos del cuerpo y del alma en su consulta Anima Mundi en Bélgica, fue quien me enseñó los poderes de esta música y sus danzas. Escucharle hablar sobre los mitos vivos es un regalo que nos permite reconectarnos con una belleza y sabiduría ancestrales.

“Estos mitos son una parte muy importante dentro de este trabajo porque la mitología no es sólo algo que tú lees, no es algo racional, son arquetipos vivientes que nos ayudan a crear nuestras vidas.

Los humanos somos más que conocimiento, comportamiento, neurología… Somos más que naturaleza (genética) y aprendizaje (educación familiar, educación reglada, influencias culturales)…Somos también seres con alma y conectados con los arquetipos de nuestro inconsciente colectivo. Estos arquetipos son como modelos que marcan las historias de nuestras vidas…por mi experiencia trabajar con mitos a través del cuerpo restaura esta conexión.”

El Éxtasis y la Gran Creadora:

“Uno de los arquetipos importantes en el trabajo de la Tarantella es el de Dionisos. Este dios representa una energía que se utiliza en esta tradición: la energía de la transformación a través del éxtasis. Esta palabra, de origen griego, tiene un doble significado: en primer lugar lo opuesto a lo estático. Cuando en la vida hay estancamiento las cosas no van bien. Introducir movimiento y liberarse de cargas…El segundo significado es el de salir de los límites de la percepción normal, ampliar tus horizontes y reconectarte con lo transpersonal…con la naturaleza, con la tierra, el universo, los arquetipos, el terreno espiritual donde hay también una reconexión con tu alma.

Junto al arquetipo de Dionisos, la Black Madonna o Virgen Negra, que es la versión cristiana de la antigua Gran Diosa, tiene una gran importancia en esta tradición. Ella es la creadora de la vida, la tejedora del pasado, el presente y el futuro… y teje en su rueca el misterio del nacimiento, el crecimiento, la deterioración, la muerte y el renacimiento.”

Aracne

Otro de los mitos importantes para esta tradición es el mito de Aracne, una joven famosa por su gran habilidad para el tejido y el bordado, que comenzó a afirmar que sus habilidades eran mayores que las de la Diosa Atenea (diosa de la sabiduría, la guerra y la artesanía). Esto, naturalmente a la diosa no le hizo ni pizca de gracia, aunque decidió darle una oportunidad y se le presentó como anciana para intentar disuadirla de su comportamiento. Pero la joven no estaba dispuesta a bajarse del burro, e incluso le retó a un concurso a la diosa para demostrar quién de las dos podía tejer mejor. Entonces, la diosa se mostró en su real apariencia y dio comienzo el concurso.

Atenea tejió la escena de su victoria sobre Poseidón, que inspiró a los ciudadanos de Atenas para bautizar la ciudad en su honor. El tapiz de Aracne, en cambio, representaba episodios de infidelidades de los dioses disfrazados de animales.

Aun admitiendo que la obra de Aracne era perfecta, la diosa montó en cólera por la falta de respeto de la joven y destruyó el tapiz y el telar de Aracne. La muchacha se sintió avergonzada y arrepentida y huyó para ahorcarse. Entonces Atenea quiso devolverle la vida, pero se la devolvió en forma de araña para castigarla así a seguir tejiendo para siempre.

Alessandra Belloni impartirá su taller «El Ritmo es la cura»

Un curso sanador de danza y percusión a través de la Tarantella y otros ritmos populares del sur de Italia. 

El curso se celebrará en Granada el 5 y 6 de septiembre reserva e inscripción ( con descuento si lo haces antes del 30 de junio):

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