Texto: Mónica Collado (Publicado en Gansos 6)
Hay palabras que poca gente puede oír con naturalidad. Es más, mucha gente prefiere no oírlas. Hoy las vamos a decir todas en un pequeño café del Centro de Sevilla. Pero en la intimidad de nuestra mesa, dulcificadas por la complicidad, no suenan con tanta contundencia como en una sala de teatro. Hay que ser valiente para decirlas. Y Antonia Zurera (actriz) y Alicia Remesal (narradora oral) lo son. Por eso son capaces de hablar de vaginas, masturbación, jadeos, pudores, abusos, dolores y placeres cada noche desde hace ya cinco meses. Y lo hacen no solo con naturalidad, sino con un profundo respeto hacia el público y hacia ellas mismas, poniendo sobre el escenario con honestidad y fuerza quiénes son y qué quieren expresar los Monólogos de la Vagina.
Hace casi 20 años que Eve Ensler escribió esta obra, inspirada por las conversaciones que tuvo con más de 200 mujeres acerca de las relaciones sexuales, el amor y la violencia que habían sufrido muchas de ellas. Y después de 20 años, el texto sigue manteniendo por completo su vigencia porque las mujeres seguimos naciendo a un mundo donde no se nos ha enseñado a hablar de nuestra intimidad ni a conocerla, donde la violencia hacia lo femenino parece haberse convertido en algo endémico. Pero lejos de victimizarse, la voz de estos Monólogos es una voz que busca “amar a las mujeres, amar nuestras vaginas, hablar de ellas en voz alta, hablar de su hambre, de su soledad, de su dolor y de su humor, hacerlas visibles, para que no puedan ser saqueadas en la oscuridad sin mayores consecuencias, para que nuestro centro, nuestro núcleo, nuestro motor, nuestro sueño, deje de estar escindido, mutilado adormecido, roto, para que deje de ser invisible, o de estar avergonzado.” Esto recita Antonia de memoria, sin pestañear, con la firmeza que le ha aportado su experiencia en el teatro y en la vida. Y las tres callamos, estremecidas.
“Yo, diciendo esto, -sigue Antonia- me siento una bomba que estalla. Yo pensaba: madre mía, qué me va a pasar cuando yo tenga que decir esto en el escenario.” Porque los Monólogos de la Vagina no es solo una obra que busca provocar la emoción y la reflexión en el público, también transforma a las actrices que la interpretan: “Nosotras no somos personajes, -dice Antonia- no es una obra de teatro al uso, por lo tanto, no tenemos rol ni máscara a la que agarrarnos. No hay nada postizo. El trabajo tiene que ser desde la sinceridad de la actriz y desde la sinceridad de la persona que es la actriz. Eso es demoledor, me entrego a esto como el toro al torero. Es un trabajo en el que te expones cada día abiertamente. Y solo lo puedo hacer si me he trabajado como mujer y tengo confianza con mi compañera.”
“Desde que te lees el texto -añade Alicia-, ya está resonando constantemente en tu interior. Las palabras te tocan y tienes que estar entera y reconciliada con partes de ti que has vivido, porque todas somos mujeres y todas hemos pasado por todos los monólogos, de una manera o de otra. Como te chirríe algo no lo puedes interpretar de la forma en que el texto manda. Ha habido frases que nos molestaban, y nos hemos tenido que parar y pelearnos con ellas y preguntarnos por qué nos molestaba esto, o por qué nos conmovía aquello. Hemos comprobado que hay personas que no quieren decir la palabra vagina. Se sienten muy incómodos cuando se tocan estos temas. Una mujer que trabajó en planificación familiar muchos años nos contó que las mujeres evitaban nombrar su vagina, y le decían de dos maneras: la boca del cuerpo y el placer de mi marido. Así sabía ella si estaban casadas o no.”
“Como el texto manda…” Porque el texto de Eve Ensler manda, sí. “La propia autora pone unas condiciones que no se pueden soslayar: que no se teatralice, que se sea fiel al texto y que se diga todo el texto. Se pretende que sea muy neutro: yo lo recibo de la autora y yo os lo entrego. Como un legado. Las actrices tienen que estar sentadas, para que la palabra no se pierda en la observación de sus movimientos, y el montaje debe ser lo más discreto posible -explica Antonia-. Eve nos dice: tenéis una misión. Por eso pide el compromiso de que no se manipule y no se trivialice el texto.” Para Alicia “esta mujer nunca enjuicia, culpa ni guarda rencor. Habla desde un amor profundo y respetuoso por las vaginas. Y así lo expone: estas son las experiencias que yo he conocido. Aquí lo dejo, de forma neutra y que cada uno vea dónde le resuena o qué siente. Te da luz.”
Podría decirse que los Monólogos de la vagina es una obra de sanación, individual y colectiva. De hecho, el proyecto V-day, que surgió a raíz de la representación, ha conseguido crear programas de ayuda y centros de acogida para las mujeres víctimas de violencia sexual o de género por todo el mundo. “Buscar esa sanación colectiva es un compromiso. José María Roca, el director, podría haber montado la obra desde el humor. Pero no queríamos eso. A veces la gente empieza a reírse y luego se le descuelga la cara. No hay concesiones. Queremos que esto haga pensar.
Las palabras no están vacías, están llenas de dardos”,explica Antonia. Alicia, como narradora oral que es, sabe de lo que estamos hablando: “La palabramonólogos tiene tantas connotaciones humorísticas que es un gancho para la gente que va buscando lo fácil y lo superficial. Vagina… La gente piensa que vamos a abordar el tema desde la perspectiva del humor, que no sé cómo se puede hacer. Y te encuentras que te dicen: yo pensaba que era otra cosa.”Alicia confiesa que al principio tuvo miedo: “Era muy complicado. Sentirme tan desnuda y tan expuesta delante de tanta gente… he tenido que elaborar una estrategia de protección dentro de la honestidad -por muy paradójico que suene-, para que la respuesta del público no te afecte, no te lleve a un lugar negativo.
Porque trabajas con un material muy frágil, muy sincero, donde muchas cosas están conectadas conmigo, como mujer que soy. Por eso me daba miedo, por cómo exponer este texto como un regalo sin que lo que recibiera de vuelta fueran juicios, dolor, rechazo, y me llevara a un lugar derrotista o me hundiera. Y luchar contra eso me cuesta todavía. Me cuesta salir entera de una función. Cuando el esfuerzo es tan grande, estás tan desnuda, que a veces una mano en el hombro no te consuela. Hay otras veces en que no te desnudas tanto y no te entregas, y te sientes vacía. Yo siento que estamos haciendo equilibrio todo el rato.” Esa desnudez simbólica y la fuerza que la acompaña se entreteje en toda la obra con una vulnerabilidad extrema. Lo que convierte estos Monólogos en una obra maravillosa es que verdaderamente parecen un trasunto de la vagina, de nuestro órgano femenino: fuerza y belleza, pero también fragilidad y delicadeza.Antonia dice que transmitir esta complejidad supone para ella una gran responsabilidad. “Lo que tengo en las manos me exige que sea lo más honesta posible. No puedo hacer trampa en algo tan potente. Yo tengo pequeños recursos como actriz que uso siempre. Y en este caso, mi recurso es pedirle ayuda espiritual a la autora: por favor, yo voy a estar atenta, pero dame señales para que yo lleve tu trabajo por el camino que a ti te gustaría. Porque está muy claro en el texto,pero tienes que entregarte a ello. Trabajamos mucho el texto para que ser completamente fieles a él. Yo no importo en este trabajo, yo solo soy un canal que conecta al texto con el público. Soy una máquina de emociones a través de la que pasa el texto. Trabajar así cada día es brutal, porque supone una actitud vital.
Por eso la palabra responsabilidad. Y trabajar con la compañera. A mi me importaba que mi compañera fuera mi aliada. Necesitamos estar conectadas. Ser yo de verdad junto a ella. Y hemos puesto el corazón y el alma en este trabajo.”
Los Monólogos de la vagina, con Antonia Zurera y Alicia Remesal estarán a lo largo de este próximo año en diferentes teatros españoles. Toda la información en Producciones Imperdibles (www.imperdibles.org)